2 de octubre de 2012
Nada que ver.
En aquella oscura habitación, a altas horas de la noche. Ha vuelto a perder el brillo de su piel, ese que irradias cuando estás pleno de felicidad. Tenue, apagada, triste. Irreconocible. Nadie diría que es ella. Echa un ovillo, enroscada en las mismas sábanas que escuchaban sus historias cuando se las contaba a la almohada. Pero, esa madrugada sí que había cierto resplandor. Un leve haz de luz de Luna que impactaba sobre la lágrima que resbalaba por su mejilla.
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