23 de junio de 2013

San Juan.

Dicen que la noche de San Juan es especial.

Fuego. Rituales. Tradiciones.  M a g i a.

Desde pequeña he participado en todo ello. Quemar deseos que ansiamos que se cumplan. Deshojar una rosa y dejarla en agua toda la noche para lavarte con ella a la mañana siguiente. Ayudar con la hoguera. Tirar petardos. Y digo yo, que qué bonito todo si se hace acompañado. Con la gente que quieres, aunque no creas en ello. Simplemente usarlo como un motivo de ligamento con esas personas haciendo cosas especiales. Como ellas. Como esa noche. Como el olor a pólvora quemada. Como los pétalos de una rosa flotando en un lago artificial improvisado. Como las cenizas de papel en un cuenco. Como los restos de una vela consumida.

Aún así, y muy a mi pesar, he ido perdiendo ese afán por mantener esas costumbres. Me molestan los ruidos de los petardos. La peste a madera quemada. El agua que ha pasado toda una noche a la intemperie. Quemarme los dedos con la cera caliente.

Quizás sean demasiados años. Quizás quiera cambiar. Quizás me apetezca hacer algo diferente con otras personas. Y luego me llamarán rara a mí por querer esto. Pero, ¿por qué no querer cambiar las tradiciones si las personas con las que las compartías ya no están?







Y a pesar de haber desarrollado una especie de alergia a lo que algunas almas transcendentales llaman noche mágica quiero desearle feliz santo y que se lo pase muy bien el mejor Juan que he conocido, que aunque ya no lo vea no me olvido de él. Un besazo, Juan Herrero.

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