17 de agosto de 2012

Mi café de medianoche.

Él es como ese café a media noche, que necesitamos para no caer en las redes del sueño sin ningún motivo en especial, simplemente no queremos dormir. Entonces lo buscamos desesperadamente en el armarito de la cocina, algunas veces con éxito, otras sin ninguna suerte. Pero cuando está...

Es desconcertante. Delicioso. Amargo de por sí. Yo soy la cucharadita de azúcar que le da el punto agradable al paladar. Te pone nerviosa a unos extremos antes inexperimentados. Distante al principio, quema, luego más cercano, cuando se enfría. Y al final, cuando le coges el caire, se acaba, se aleja sin más hasta la noche siguiente.

Él es así. O lo amas. O lo odias. No hay punto intermedio. Es mi café de medianoche. Y hoy me lo he bebido de un sólo trago.


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