18 de febrero de 2013

Apoyos tangenciales básicos.

Y se sentó en la cama con los codos apoyados en las rodillas y los puños ensangrentados ocultando su cara de frustración. Tan aislado de todo y de todos que se perdió en sí mismo, aunque tan solo fuera un instante.

Lo cierto es que regresó en sí porque una mano le agarró del cuello de la camisa para besarle y hacer que se olvidara de esos problemas que turbaban su mente y desgarraban la piel de sus nudillos con la madera astillada de su armario. Maldito saco de boxeo improvisado, poco amable, poco considerado.

Quizás lo que necesitaba era eso, un pequeño apoyo. Un abrazo, tal vez. Recibió más que eso. Lo recibió todo.

Y aunque sus segundos pasasen lentos, las horas a su lado pasaban demasiado rápidas. Quería ralentizar el tiempo para que esa sonrisa momentánea al mirarla durara el resto del día. Pero no. Sabía que se tenía que ir, que iba a volver a perderse, que llenaría de sangre las vendas que le había puesto en las manos. Aunque tenía el consuelo de que regresaría. Siempre lo hace. Otra sonrisa se dibuja en su triste cara. Vendrá luego, porque sabe que también necesita estar consigo a solas para saborear mejor el momento en que vuelva a rescatarlo de las tinieblas de su mente tan hecha trizas.



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