7 de febrero de 2013

Mamá, cúrame.

El agua empieza a hervir y una mujer, elegante hasta con un delantal antiguo, parte 5 hojas de laurel por la mitad y los echa en el cazo. Su hija pregunta con tono de curiosidad y esperanza en sus ojos:

-Mamá, si el laurel lo cura todo, ¿también sirve para los corazones rotos?

La mira, con la mirada más tierna que puede ofrecer una madre a su pequeña hija.

-No, cariño. Es terapéutico, pero no hace milagros.

La niña, algo alicaída, baja la cabeza y se oculta tras su larga melena morena. La madre apartando el cazo del fuego, la ve triste, decepcionada por su respuesta.

-Pero, ¿sabes qué es bueno para los corazones rotos?

Vuelve a su rostro ese brillo de esperanza.

-¿Qué?

-El tiempo. El tiempo lo cura todo.Y chocolate. Mucho chocolate. Toneladas de chocolate.

La niña sonríe, y ella ¿qué iba a hacer si no? La abraza. Porque no hay nada más reconfortante que el abrazo de una madre.




El amor de madre está infravalorado.