23 de mayo de 2013

Juegos peligrosos.

Un pie tras otro.

Manteniendo el equilibrio.

Mis brazos extendidos en cruz. Con unas manos ajenas en mis ojos. Pero aún así sigo caminando. Siento una respiración en mi oído.

Y un susurro, articulando palabras.


Vamos, moquito. ¿Es que tienes miedo de caerte? No seas cagona. Sigue. Confía en mí.


Esos labios posándose en mi lóbulo izquierdo. Una sonrisa tonta en la cara.

Y seguimos jugando por aquella vía de tren como dos niños pequeños que acaban de hacerse amigos en el parque de al lado de su casa.


~ ~ ~ ~


Un sonido, cuanto menos estúpido y obsoleto, rebota en mis tímpanos. Un móvil. El mío no. El suyo. Alguien le ha escrito. Sonríe. No contesta. Lo guarda. Levanta la mirada. 

Y ahí está, plantado ante mí, viendo mi rostro completamente transformado. El brillo en mis ojos lo alerta. Echo a correr sollozando. Es más rápido que yo. Me alcanza. Me coge del brazo. Me suelto y sigo corriendo por las vías oxidadas y repletas de maleza. Maleza. Suena a maldad. La de ella. Acorta distancias. Me agarra por la cintura y me suspende en el aire. Pensará que ya me cansaré de patalear para bajarme. No. Seguiré corriendo. Quiero irme de allí. Huir de esa situación. De esa sonrisa que no es mía. Que se las sigue robando después de haberle hecho sangrar por fuera y por dentro. No me caben más sentimientos dentro de mí, mas que ira, rabia, impotencia y ¿por qué no? ODIO. Odio que se condensa en forma de lágrimas brotando de mis ojos, desenfrenadamente. 


Cálmate.


No quiero calmarme. Quiero hacerle ver el daño que se hace. Y el que me hace a mí. 

No puedo parar de sollozar. Por más explicaciones que intenta darme, grito. No las quiero oír. No quiero ni oír su nombre. Y de golpe, un flash. Paro de llorar. De gritar. De agitar los brazos. Me quedo completamente quieta. Sorbo la nariz y seco los pequeños caudales que se han formado de forma espontánea en mis mejillas.


Vale. Ya me calmo. Pero vayamos a una vías de verdad que voy a coger un tren.


Parece que mis frases lo desconciertan. Me suelta por completo. Perplejo me pregunta con qué dirección.


A MATARLA.


Me vuelve el brote psicótico y empiezo a pegarle con los puños en el pecho. Volviendo a sollozar, a llorar, a pensar lo peor. Y al final caigo; derrotadaderruida, destruida; en sus brazos. Que después de todo siguen ahí, esperando este momento, para no fallarme.


~ ~ ~ ~


Abro los ojos y no reconozco lo que me rodea. O tal vez sí. Estamos a casi media hora de camino de donde perdí el conocimiento. Estoy tumbada en el balancín de ese porche que me robaba las miradas llenas de ganas por tener uno igual, o como mínimo que se le pareciera. Con un paño mojado en la frente y los pies en alto. Noto presión en una de mis manos. Es él. No soltándome nunca, tal y como prometió en su día.


¿Cómo estás, cielo?


Ni el brillo de preocupación en sus ojos me da la fuerza suficiente para exhalar ni un mísero suspiro. Vuelvo a cerrar los ojos. El peso de la frente desaparece y el calor de sus labios se instala en ella. 


Te quiero.


Mira por donde, sí que tengo fuerzas para una sonrisa.

No hay comentarios: