5 de junio de 2013

Él y Ella Vol. II


Él es como el mar.


Posee todas las características que puedas sacar en comparación:

Más profundo que las fosas abisales.
Sorprendente cada vez de una forma distinta.
Bravo cuando hay tormenta, manso cuando hay calma.
Con más sorpresas en su interior y más hermoso que los arrecifes sin explorar.

Pero sobre todo, él es IMPREVISIBLE  e INFINITO.



Ella es como una roca.

Fría y dura. De un acantilado abandonado. Donde casi nunca llegaba el mar. Hasta que subió la marea. Una marea eterna que se quedase allí para siempre. O eso deseaba.
Chocando contra ella bruscamente cuando hay tormenta.
Acariciándola dulcemente cuando hay calma.
Desgastándola a cada roce.
Haciéndola más vulnerable a cada encuentro.

Y cada vez que baja la marea, allí le espera, solitaria, a la próxima vez que le deje la espuma salada al besarla con un oleaje más fuerte que el de la última ocasión.




¿Qué sería el mar sin una roca que mostrase lo que es capaz de hacer?

¿Qué sería de una roca de acantilado sin un mar que la puliese y la salvase del ataque constante del sol?







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