24 de septiembre de 2013

Una última calada para morir.

Que me hable es como ser fumadora pasiva. Te mueres lentamente por dentro y ni siquiera es por tu culpa. Es por la suya. Me exhala sus palabras impregnadas de alquitrán y antiguas falsas promesas. De planes que aún quiere cumplir y que no es consciente de que con el corazón roto no está permitido practicar deportes de riesgo, como bucear o pasar cinco minutos a su lado. Supongo que ya no entiende que sus fantasmas me siguen escupiendo sus recuerdos pero que me compré un chubasquero. Lo veía venir. Decidle que ser su amiga es como correr con unas tijeras afiladas en las manos apuntándote al corazón.

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