18 de noviembre de 2013

Humo de cristal.

Me gusta ver a la gente fumar. A cada calada puedes ver una lágrima contenida, un pensamiento turbio, una idea encriptada. Y a cada exhalación un problema que se difumina entre el denso humo, un pensamiento expulsado entre los labios, una idea que ha tomado una forma viable. Según cómo agarren el cigarro sabes si están a gusto o preocupados. En el mismo instante en que se prende fuego, la cara se vuelve totalmente transparente e incluso se pueden ver los pensamientos en el brillo de los ojos o en la venas rojas a los cinco minutos de empezar. A veces se fuma por vicio, otras, desgraciadamente, se fuma para intentar matar a nuestros demonios y lo que en realidad hacemos en matarnos a nosotros mismos. Quizás sea la mejor manera de salir de aquí ilesos, sin muchos rasguños, sin demasiadas magulladuras salvo la del callo del dedo pulgar. Quizás ese humo que tanto te molesta a ti sea la vía de escape de alguien. Quizás una mirada perdida al mar dice más que una explicación de 2381 palabras. Quizás... Simples especulaciones de una fumadora pasiva. Lo que sí que sé es que seguiré mirando a esas personas como vosotros jamás sabréis hacerlo: A través de su humo de cristal.

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