Ella que se cansaba de todo y de todos. Pero él le provocaba una desazón incalmable de su presencia a todas horas.
Él que odiaba las películas románticas, que no le sentaba bien viajar, que tiene pánico a volar en avión, se marea en tren, e incluso en trayectos largos en coche si el conductor es un temerario. Y aún así vio el Diario de Noa abrazado a ella y se hizo 480 kilómetros en un día solo para verla durante un par de horas.
Ella que detestaba las sorpresas, que no le sentaba bien que tramasen cosas a su espalda. Pero las de él... Eran diferentes. Como aquel día que la llevó con los ojos vendados hasta el mirador de madrugada o cuando se hizo 480 kilómetros sin que lo supiera para verla un par de horas. Que se dejaba sorprender, vaya. Y de qué forma.
Y esta es otra de nuestras particulares maneras de decirnos te quiero.
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