23 de junio de 2018

Noches de San Juan

Ya no voy a las hogueras,
ni pido deseos,
ni hago rituales de buena suerte.
Pero qué bonito recordar.


Me gusta recordar. 


Acordarte de la gente que ha pasado por tu vida para dejarte sensaciones,
momentos imborrables,
lecciones valiosas,
noches bonitas, locas, raras.




Cada noche de San Juan, mamá y yo hacíamos "brujería". Le deseábamos el bien a nuestra gente. Quemábamos papelitos con deseos. Arrojábamos a las hogueras cosas que nos traían malos recuerdos para que el fuego se los llevara para siempre. Encendíamos velas. Los pétalos de rosa en agua para la mañana siguiente. Hizo a una niña pequeña creer en la magia año tras año.

Gracias, mami.




¿Y ahora qué? 



Sigo creyendo en silencio. Lo siento en mí. Aunque ya no haga nada de eso, esta noche me impregno de esa "energía" que yo llamo recuerdos.
Fluyen.
Y sonrío. Y hago muecas cuando se me atraviesa alguno malo, pero pienso en lo bueno que me han traído. Y así es cómo en esta noche, de la que no me canso de escribir, mi mente y mi cuerpo se separan por completo.

Yo estaré aquí, tomándome una cerveza, viendo una película o riendo con los amigos, pero mi mente está a años luz, repasando mi historia. Deseándoles lo mejor a todas esas personas que han tenido un impacto en mi vida y dándoles las gracias por, en un momento o en otro, haber formado parte de ella.




Otro año más hablando sobre esta noche. Sobre su magia. Sobre su eternidad en lo efímero.








Felicidades, Juan.

No hay comentarios: