29 de enero de 2013

Volver a donde nunca habíamos ido.


En la misma calle de siempre. Con los amigos de siempre. Apoyado en el capó del coche de siempre. En su mano izquierda el cigarro, en la derecha el vaso vacío del cubata. Adivinad. Sí, como siempre. Se levanta para rellenarlo de algo que le haga olvidar todos los problemas que le rodean. Nadie sabe exactamente qué problemas son. 

Distante y frío, como los cubitos de hielo que deja caer en el tubo, termina de prepararse esa mezcla explosiva a punto para hacerse el harakiri en el estómago. Vuelve a dejar las botellas en el suelo y sujeta el cigarro entre los dedos quitándoselo de la boca.

Al incorporarse le invade un susurro acompañado de una leve brisa cálida, distinta, proveniente del aliento de una boca de mujer. En décimas de segundo se imagina esos labios. Carnosos, probablemente pintados de rojo. No. Ojalá. Pero no. Seguramente serán rositas, un poco más oscuros de lo normal, porque se los habrá mordido por nerviosismo hasta que haya reunido el valor suficiente para acercarse a él. Un poco abiertos, lo justo para dejar escapar ese susurro, entreviéndose los dientes.

Qué feo estás cuando fumas...

Esa voz, ese acento... Lo que menos se esperaba. Lo más improbable. Lo más imposible. Tenías que ser ella. Solo podía ser ella.

Sin girarse extendió el brazo derecho hacia su amigo más cercano y le cedió su cubata. Dejó caer el tabaco al suelo. Se dio la vuelta. Increíble. No podía ser. Pero era.

La agarró tan fuerte que ni siquiera él  podía respirar. ¿Sabéis esos abrazos que no quieres que se acaben porque sabes que esa persona se tiene que ir y no va a estar mucho tiempo a tu lado? Pues aquel era uno de esos. Aprovechó para enterrar la cara en su pelo, inhalando su aroma por primera vez. La separó lo justo para subirla en brazos. No paraba de mirarla.

-¿Qué? ¿No me vas a decir nada?
-No. Solo quiero abrazarte.

Y la volvió a abrazar. Fuerte. No sabía qué sentía en ese momento. Felicidad. Alegría. Tranquilidad. Calma. Éxtasis, quizás. Una mezcla de todo. Pero sabía que esa sensación agradable se iba a esfumar como el humo del cigarro que se consume en el asfalto frío y se escapa con el escaso viento que esa noche recorría la ciudad.

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