2 de abril de 2013

Al final, monocromatismo tadrissino.

Al final, terminaré por quitar todo lo que tengo por las paredes de mi cuarto y dejarlas blancas, solitarias, inmaculadas.

Al final, pondré solo una foto en blanco y negro. Pequeña. Diminuta en proporción a tanta pared vacía.

Al final, esa puta foto llenará más que si hubiese empapelado cada rincón con pósters de mis grupos y cantantes favoritos, con medallas de deportes o diplomas estúpidos.

Al final, cuando alguien entre a mi habitación, lo único en que se fijará será en ese pequeño rectángulo monocromático, acaparando toda la atención que cualquier souvenir extravagante traído de mi pequeño recorrido por Europa podría llevarse.

Al final, esas personas pensarán Puta loca enamorada.

Porque al final, esa jodida y perfecta fotografía, será la primera que nos echemos y la que mejor recordaremos cuando envejezcamos, y pienso convivir con ella el tiempo que me quede, al despertar cada mañana, al volver a casa después de clase o del trabajo. O simplemente, que en un momento de distracción mientras estudio, me gire, la mire, sonría por tenerte a mi lado y siga estudiando.

No hay comentarios: