Odio los pies. Me dan asco los pies de todo el mundo. No me gusta la forma que tienen. Los deditos son feísimos y las uñas aún peor. No soporto que nadie me toque con ellos, incluso a veces me da hasta repelús mirarlos, y mucho menos que me toquen los míos.
¿Pero sabes una cosa? Me encanta que me hagas masajes cuando me he pasado todo el día andando; me gusta sentir los tuyos por debajo de las sábanas al dormir; y no me importaría pasar todo el invierno resguardándolos del frío mutuamente.
Y esta es otra de mis particulares maneras de decirte que te quiero.
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