9 de marzo de 2014

Permíteme que te sonría.

Tengo mis días.
Pero más noches.
Que las madrugadas cuentan por dos si se está en la mejor compañía.

Bebiendo. Riendo. Hablando. Sonriendo. Conociendo. Mirando.

Da la vida. 

Como coger aire puro a la máxima capacidad de tus pulmones y soltarlo. Como escuchar tu canción favorita en bucle a tope de volumen con los auriculares puestos. Infravaloramos un abrazo intenso en el momento más adecuado cuando nos lo dan. Luego lo pensamos y nos arrepentimos de que no hubiera durado 5 minutos más. O 5 horas. O 5 vidas. Porque a este ritmo, amigos, me hago inmortal si es cierto eso de tener a alguien con quien hablar, con quien reír, con quien ver una película que no le gusta a nadie más, con quien sacar a relucir tu pliegue en la comisura izquierda cuando sonríes, con quien compartir gustos y odios, con quien pasar el rato simplemente y sin preocupaciones encima, da vida. Tatuándonos recuerdos que valen más que mil amistades anteriores. Hay personas que marcan la diferencia.

¿Madrugueamos?

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