23 de marzo de 2014

Peti.

Hoy me he acordado de una persona.Que son de ese tipo de la que pasan fugazmente por tu vida pero que por h o por b, te marcan. Qué bonito.

El chico de las rastas.

No lo había visto antes. Bueno, ni a él ni a casi nadie de aquella asignatura. Y es que a las 9 de la mañana tampoco funciono demasiado bien hasta que no me espabilo. Un día a principio de curso me giré y lo vi. Como quien ve por primera vez la nieve:  Llama la atención (al menos a mí), fascina y quieres acercarte. Al fondo de la clase, solo, mirando hacia abajo. Levantó la mirada y clavó sus ojos verdes en mí. Guapo. Me sonrió y le devolví la sonrisa. Llevábamos a cabo nuestro peculiar protocolo matutino a diario durante un mes. ¿Por qué nunca se había dignado a hablarme? Vergüenza. Timidez. Lo que sea. Pero joder, me encantaría hablar con él. Es de ese tipo de personas que, por lo que quiera que sea, quieres tener contacto con ellas. Y hablamos. Poco, pero hablamos. Y que baje Dios, Allah, Yahvé o Buda y me niegue que su sonrisa era hasta más bonita de cerca (si es que era posible).

¿Sabéis esa clase de relación que se quiere tener pero no puedes? Porque no es tu momento. Porque necesitas estar sola un tiempo. Porque ves que se merece algo más que lo que le pudieras dar tú en esa etapa de tu vida, o incluso a alguien mejor. Porque sabes que no eres la que está destinada a vivir aventuras a su lado, ni a dormirle a besos cada noche, ni a cambiar su humor con solo una sonrisa. Y te quedas con las ganas de decirle lo especial que es y lo mucho que desearías hacerlo feliz, pero que es imposible.


Y desapareció.


No supe cómo llegamos a perder el contacto tan de golpe. Pero lo que sí que sé, es que nunca me olvidaré de cómo me hacía sonreír y lo especial que se puede convertir una persona con tanta intensidad en tan poco tiempo. Las ganas también matan.


1 comentario:

Anónimo dijo...

No se cuantas veces voy a leer esto hoy.. :D (L)