18 de julio de 2014

Chica universal

Es lo que la hace ser especial,
y espacial.

Decían que se pintaba los labios con una constelación y que su espejo era la Luna. En su mente, un pequeño agujero negro absorbía todos sus malos recuerdos y, así, sonreía pura.

No entendía de París en blanco y negro, ni nada acerca de la vie en rose. Su color favorito era el verte, porque el arco iris se le quedaba pequeño. Por debajo de las rodillas.

Volaba con una punta del pie sobre la Tierra, ella no es de aquí. Estaba claro. Siempre andaba perdida, aunque es lo que más quería. No le gustaba encontrarse. Por perder, perdía hasta las bragas por una lluvia de estrellas. O por un hombre que la amase muy fuerte para luego dejarla marchar.

Intensa y efímera.

Verla caminar era un espectáculo. Y espectacular. Hipnotizaba con el vaivén de sus caderas, porque siempre las llevaba al aire, como un trofeo del que sentirse orgullosa. Con el frío, se le erizaba la piel, y hasta era más sensual.

En ocasiones se pintaba las uñas en un lago secreto de Marte y jugaba al hula hoop con los anillos de Saturno. Y bailaba. Bailaba mucho. Con todos. Dejándose llevar. Le encantaba el tango y, si tuviera nombre, querría llamarse Roxanne. Su mejor ropa era la desnudez, o eso dijo el Sol, que la besó tantas veces sin poder quemarla.

Hace surf. Le gusta rozar el polvo estelar con el dedo corazón. Y es que la Vía Láctea, para ella, era un parque de atracciones donde evadirse del resto de galaxias que la hacían sufrir.

La gravedad no le influía. Lo grave es que ni gravitatoriamente se unía a nada. Aunque, se decía que nació en una nebulosa, y que en una nebulosa morirá. Bonita forma de llamarla estrella aunque no lo fuera.

La llamaban chica universal. No porque fuese como todas, sino porque era única en todo el universo.

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