10 de julio de 2014

Raro

Te vi con ella.
Y no conmigo.
Qué raro me sigue resultando verte, y qué rabia me da que hayas convertido nuestros sitios en vuestros sitios. Que no recuerdes que en ese banco nos tirábamos las tardes enteras, sintiendo, y que ahora sea el banco en el que le comes la boca a una chica con el pelo atado en una cola de caballo, con lo que odiabas los recogidos. Que se te haya olvidado que en la segunda escalera de la izquierda nos dimos nuestro primer beso, empapados, riéndonos, raro después de una amistad pero satisfactorio al fin y al cabo. Te has rapado. Siempre me decías que querías dejártelo largo. Han cambiado tus ídolos, tu forma de vestir, incluso tu sonrisa, como más seria y madura.

Yo, en cambio, sigo teniendo la risa fresca -como tú decías-, joven, escandalosa, desenfrenada, alocada, casi pueril; como siempre. Sigo dejándome el pelo largo, hasta que me llegue por las caderas. Aunque maduro, y te lo estás perdiendo. Me estoy perdiendo yo también. Pero eso ahora no tiene nada que ver.

Ella me mira cuando nos cruzamos. Como con desprecio. Supongo que le has hablado de mí. Claro que le has hablado de mí. Posiblemente de tu primera vez. O de algunas locuras que hiciste conmigo.

Hoy me has vuelto a hablar. Me has recordado algunas de nuestras aventuras veraniegas, se me ha revuelto el estómago -pero es un secreto- y la nostalgia se ha colgado de la puntas de mis pestañas a modo de columpio. Hemos reído como antes. Sin olvidar los momentos más serios que pasamos. 'Ante todo somos amigos, para apoyarnos el uno en el otro y para reírnos del mundo que nos rodea'. Ha cicatrizado, pero la marca sigue ahí para recordarme qué fuiste, qué fui y qué fuimos.


Me gusta mi pasado. 



Como un dibujo imposible de acabar pero del que no te puedes deshacer.


No hay comentarios: