22 de febrero de 2015

Muy yo, muy desastre

Y cuántas veces habré dicho lo desastre que soy. Las cosas me duran un día ordenadas. Los cajones, el armario, los pensamientos, las fotos del ordenador, los sentimientos, los libros. Todo revuelto. Pero, que parecerá desordenado ante los ojos de cualquiera, y no ante los míos. Y es que tengo un orden particular. Un orden desordenado. Y tiene su explicación. Necesito tener todo a mano, poder verlo, o no querer verlo. He ahí el por qué me dejo algún sueño encima de la almohada y un libro debajo de la cama, o un bonito pensamiento al lado del equipo de música con mi canción favorita lista para reproducirse, y una carta de desamor en el fondo del cajón más profundo de mi cuarto. No quiero guardarme los recuerdos en un cajón bien ordenados, ni las bragas separadas de los tangas, ni los sentimientos fichados en una carpeta, ni los collares de bisutería en un compartimento y los de plata en otro. Y la preciosa sorpresa que nos llevamos al meter la mano en el cajón sin mirar y sacar tu tanga favorito, a juego con tu giratiempo, una tarde de cine con tu amiga y un amor irracional hacia la camiseta del desconocido del lavadero de coches. Mejores combinaciones he visto; como la de su sonrisa, mis caderas, y nada de tensión elástica en ellas, por que, vaya, se me olvidó meter la mano en un cajón.

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